El niño que aprendió a controlar su ira
El niño que aprendió a controlar su ira
Había una vez un niño que tenía mal carácter.
Un día, su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera los estribos, debía clavar un clavo en la parte posterior de la cerca mientras cantaba (repetía) el Nombre de Dios.
El niño siguió cuidadosamente las instrucciones de su padre y, desde el primer día, ¡clavó 37 clavos en la cerca! Durante las próximas semanas, cada vez que se enojaba, comenzaba a cantar y clavaba un clavo en la cerca. a pesar de que su ira hizo difícil clavar el clavo con firmeza.
Después de un tiempo, el niño descubrió que cantar le facilitaba controlar su ira y clavar esos clavos en la cerca correctamente.
Pronto, se dio cuenta de que estaba cantando incluso cuando no estaba enojado. A medida que aumentaba su canto, su ira comenzó a reducirse y también la cantidad de clavos clavados en la cerca. Finalmente, llegó el día en que el niño no no perder los estribos innecesariamente y podría cantar en paz durante muchas horas al día, incluso mientras realiza otras actividades.
Le contó esto a su padre y el padre le sugirió que ahora el niño sacara un clavo de la cerca por cada día que no se enfadara.
Pasaron los días y el niño finalmente pudo decirle a su padre que todas las uñas se habían ido.
Entonces el padre tomó a su hijo de la mano y lo llevó a la cerca. Dijo: 'Has hecho bien, hijo mío. Ahora mira los agujeros en la valla. La cerca nunca será la misma. Muchas veces hacemos las cosas con una actitud incorrecta, como estar enojados, impacientes, etc., sin darnos cuenta del resultado de nuestras acciones. A menudo lastimamos a otras personas, física o verbalmente, pero no nos damos cuenta de que las heridas que causamos son como los agujeros en la cerca. No desaparecen simplemente diciendo 'lo siento'. Por lo tanto, siempre depende del canto. Te ayudará a eliminar cualquier defecto, tal como ayudó a superar tu ira. Ese es el poder del Nombre de Dios.
Moraleja: Los defectos de la personalidad como la ira, la codicia, los celos, etc. causan daño no solo a los demás, sino también a uno mismo. La práctica espiritual regular del canto ayuda a superar estos defectos en gran medida y brinda la experiencia de felicidad y paz
